sábado, 2 de febrero de 2013

Crónica: Orgullo, Pasión y Gloria | "En una hora sabremos si todo valió la pena".

Oficia como living de una casa de familia, pero desde que la calle Gonzalo Ramírez cede en la puerta emerge un bosque de hongos de cuero y madera, estibados irregularmente en columnas de hasta cuatro. Los 30 metros cuadrados asignados regularmente por los arquitectos a la estancia donde la familia debería ver la televisión estaban copados.
Completamente copados.


Estaba claro que estarían sin televisión por ese día y por unos cuantos días más. Lógico de suponer en medio de casi 50 tambores apilados hasta donde el ventilador de techo dribleando en su giro, evitaba sacarles por colisión una nota forzada. “Las Cuerdas de Ejido” estaban a sólo unos pocos días de Las Llamadas y ese living era nodo de un atareado Cuartel General.

Juan.

La abigarrada habitación igual dejaba libres un par de metros para ubicar a Juan en su silla.
Con una mano sosteniendo un sombrero y la otra su tubo de pegamento, despachaba imitando una muscular línea de montaje los simétricos recortes de goma “eva “que iban a parar convertidos en armonías tributarias de los colores de la comparsa,  directo a la montaña de sombreros de paja que lo esperaban pidiendo su turno sobre el sillón.
Uno a uno iban cayendo en sus manos blancos y lisos, volviendo tras breves minutos y aún con el olor a tolueno secándose (ya decorados) a tomar su puesto en la vigilia previa al viernes, día del desfile.

 

Después de la pregunta, Juan tomó la palabra:
- ¿Yo, Juan?
- ¿Por qué estas acá?
- Porque me encanta, porque es un grupo de amigos que se juntan a tocar el tambor y a hacer algo todos juntos, en una buena. Solo diversión y por el amor. Por el amor nomás. Lo pasamos bien.
- ¿Y dónde ese amor comienza?
- Y mirá…Es con la gente. La relación es con la gente. Para mi comenzó desde siempre, pero también comienza de nuevo en los fines de semana de invierno, con tremendo viento y llovizna encima, cuando nos juntamos a tocar en la calle, solos y de bufanda. Siempre después de las 3 de la tarde. Acá, con la gente del barrio, con la misma gente de siempre y por años y años. Nace una hermandad, ¡Que se yo!...No se puede explicar con palabras.
- ¿Por qué no se puede explicar con palabras?
- Porque hay cosas que no…
- ¿También no hay palabras para lo que te da el Carnaval?
- Alegría…Sensaciones. Vos me preguntabas por qué estoy acá en pleno Febrero y con este calor…Tengo que colaborar. Tengo que colaborar con Maxi y con la comparsa en la cual toco. Tengo un rol pero además quiero hacer un aporte porque después de varios  años vas conociendo a la gente y bueno, la relación va cambiando y ves esfuerzos que van haciendo las personas para que las cosas vayan funcionando de cierta manera, no se si mejor, pero ves ese esfuerzo y querés acompañarlo.

Mientras sonríe entre desafiante y divertido nos enzarzamos en cierto intercambio acerca de carnavales, explicaciones de afinidades y las “inexplicaciones” de rigor. La deriva llevaba sin remedio hacia una discusión peligrosamente filosófica respecto a artes, éticas y estéticas. Poco tiempo. Mejor dejarlo así.
Mientras discurríamos jamás dejó de mover las manos en su tarea de encolador de sobreros y de acomodador de recortes de goma en rojo y verde. Las guardas con las correspondientes reminiscencias africanas en simetrías parecían a pesar de los esfuerzos de Juan (un amable trabajador de la salud de unos 50 años) multiplicarse sin cesar sobre lo que quedaba del sillón sin ocupar. Más de 90 Sombreros por 30 recortes que pegar. Las cuentas del devocional trabajo de Juan no son para ansiosos.
Era hora de moverse. No estaba la cosa como para ponerse a estorbar.

Maxi

Los nervios de una comparsa son estructuras delicadas. Ese multicéfalo ser hecho de juntos pero también de unos en uno tiene jerarquías tan naturales como funcionales. Los 70 tambores, cuerpo de baile, “mama viejas”, “médicos brujos” y demás representaciones de una comparsa, despliegan (según el caso) unas 130 personas. 130 en Isla de Flores mas otras tantas en logística, movilidad, respaldo, maquillajes y vestuarios de la falange que tomará su lugar en la línea de batalla en la intersección de Paraguay e Isla de Flores, donde todo termina.
Maxi articula parte de los esfuerzos colectivos que llevarán a las Cuerdas de Ejido a la largada del Desfile de Llamadas. Organización, roles, división del trabajo y la cadena de trabajos paralelos confluyen en él y en sus demás compañeros de la comisión directiva elegidos (democráticamente) por los integrantes de la comparsa. La compra de “pegatela”, la pintura de los tambores, las plumas y el oído afinado son algunos de los gajes del oficio con los que se las ve a diario en lo práctico. En lo conceptual es celoso guardián de la actitud competitiva necesaria de tener y de transmitir para afrontar el desafío del desfile. La gran cita del año.
Tanto por ello y a pesar de sus veinte y pico de años de edad, se muestra digno de las mismas viejas estirpes adustas y plenas de seguridad de otros tantos conductores de gentes, pelotas y votos. Él, su madre – la dueña de esa casa tomada- su pareja y sus hijos durante todo el año y en especial en Febrero pasan a ser satélites de ese planeta de lonja con ultimátum de estallar en sólo 15 días más. Les encanta. Sea vida en comparsa, sea comparsa en vida, unas y otras más que intersectarse se confunden.

El trajín general tenía a este joven capitán oteando tambores y hablando de los denuedos que le exigían a él y a todos el poner a toda esa farándula en la calle, vestida y pintada a guerra.
- ¿Cuántas horas trabajan en la previa a Las Llamadas?
- Mira, son 24 por 24…A estas alturas del año es “hasta caer desmayados”. 


También tenemos el orgullo de decir que salimos sólo con la plata que los miembros de la comparsa ponen, las rifas que vendemos durante todo el año y lo que nos entra por el lado de los sponsors que tenemos. ¡Que no son muchos!
- ¿Entonces todo está hecho por uds?
- Todo. Todo lo que ves.
- Y todo esto también se liquida en la noche de las llamadas ¿no?...
- Si, pero hay cosas que conservamos de año en año…Los tambores, los kimonos, los sombreros. Pero otras se tienen que reponer como los vestuarios de las bailarinas, los maquillajes, las pinturas de los tambores y otro montón de cosas. Igualmente lo hacemos con mucho amor. Con mucho orgullo.

La cuestión de orgullo.

Eso del amor y del orgullo nos quedó bien claro cuando Maxi con el mismo cuidado que pondría para llevar a sus hijos en brazos (respondiendo al pedido de nota gráfica) enfiló rumbo a los fondos de su casa tomada volviendo enseguida con el estandarte de Las Cuerdas de Ejido envuelto y reposando sobre sus hombros.
Con gesto simple pero no ajeno a cierto ademán ceremonioso desplegó el “Sancta Santorum” de la comparsa. La pieza apareció en la iluminada vereda de Gonzalo Ramírez y Santiago de Chile a eso de las 5 de la tarde captando algún bocinazo y alguna mirada recordatoria a los transeúntes acerca de la inevitable presencia de “Las Llamadas” avecinándose, atronando vidas y haciendas de Sur y Palermo.
En Las Llamadas, hay que hacerlo bien
Ds: ¿Y con los “chambones” que se hace?
Maxi: Y no…Se los educa, se les enseña a tocar bien…Y se sacan adelante.
Ds: ¿Pero cuando no…?
Maxi: …Cuando no se puede se les tiene que hacer entender que al fin y al cabo, esto es una competencia. Las Llamadas son competitivas. Tocar bien es defender el trabajo de toda la comparsa. Cuando alguien toca mal, sale con nosotros el resto del año los fines de semana. Pero en Las Llamadas no.
Ayudado por su compañera y sus hijos y accionando las cuerdas que le permiten sostener y manejar al pesado plano de terciopelo negro de varios metros, Maxi nos ilustra en la vereda como éste debería de ondear correctamente sostenido por las caderas y la pelvis de su portador responsable, a lo largo de las cuadras de la calle Isla de Flores. Para la foto, el estandarte de “Las Cuerdas” se izaba “A Capella”.

- ¿Y quién lo lleva?
- Y….Quien se anime, pueda y lo haga bien.
- ¿Renuevan el estandarte todos los años?
- Si…Hay que cambiarle el año (impreso al pie del mismo) y siempre se le agrega algún detallecito...

Pesa. Y eso se nota en la vigorosa tensión que endurece la cara de Maxi mientras flexiona sus rodillas y manipula el estandarte, como cual cometa tratando de evitar la brisa que soplaba calle abajo y que a pesar de su resistencia, le hacia dar cortos pasos moviéndose cual mástil humano de esa negra vela.
Tiempo entonces de liberarlo de su orgulloso suplicio, despedirnos y reencontrarnos días después a la hora de la verdad.

Es hoy, es hoy.
En Durazno y Paraguay funciona un local político, amplio y con auditorio. Tan cómodo como repleto de consignas en sus paredes.
La galería de retratos de Guevara, Lenin, Mao y Carlos Marx se ven combatiendo a una revolución ya perdida sin remedio (tal vez sólo por ese día) a manos de un reaccionario y alegre ejército emplumado que a punta de tambor, tomó por asalto el predio para hacerlo suyo. Las Cuerdas de Ejido se aprestan para salir a pelear sus Llamadas y el movimiento, la excitación y las corridas campean por los pisos de madera donde se remachan insólitos tacos de bailarinas, tambores desenfundados y una selva de perchas conteniendo vestuarios, accesorios, correajes y todo cuanto sea útil para poner a la comparsa en la cancha con puntualidad y esmero.
Pizarrón:
En la concentración previa de las Cuerdas de Ejido un pizarrón rezó este párrafo: “hoy es el día esperado, hoy vamos a mostrar el trabajo y el sacrificio de un año de frío. En una hora sabremos si todo valió la pena. Hoy todos seremos uno. Hoy nuestra unión es fundamental. Hoy dependemos de nosotros. Hoy hay que disfrutar los resultados de nuestros principios. En el camino están nuestros logros.
La atmosfera esta viciada de calor, perfume y aromas de maquillajes, cuero y algo de sudor, pero aún así no deja de ser una zona de festivo envite. Cerveza, gente cambiándose y decenas de voces imperativas encuentran nuevamente a Juan y Maxi en pie de beligerancia. También hora de encontrarme con Luis, tamborilero de raza por donde se lo mire y nuestro nexo con la comparsa:

Ds:¿Y? ¡Llegó el gran día! ¿Cómo estas?
Luis: Me muero de la ansiedad…

Esa misma se traslucía en cada uno de los integrantes del hormiguero que se alistaba, entre pausas, para salir a fumar mirando de reojo al gran surtido de empanadas, bebidas y demás bocados que los anfitriones del local atenta y comercialmente ubicaron estratégicamente para la oportunidad. La multitud que comenzaba a bajar hacia Isla de Flores siempre tiene necesidades y estas darían cuenta de cualquier vitualla que hubiesen dejado sin tomar las casi 300 personas entre integrantes, ayudantes y allegados que Las Cuerdas de Ejido numeraban dentro y fuera del local.
Caía ya la noche y el ambiente comenzaba a estar aún más electrificado. A las nueve la comparsa tenía que entrar “al Corral”.

El “Corral”
Después de que alguien habló, enseguida surgieron otras voces de apoyo imperante. En segundos ya caminaban encolumnados comparsa e impedimenta rumbo a “El Corral”, cito en la calle Paraguay desde Carlos Gardel hasta su encuentro con Isla de Flores. Allí es donde se da la concentración previa de las comparsas según sus horarios oficiales de largada. Ya “cumenza”…

Las últimas arengas, las imprecaciones, los ajustes de último momento y las sonrisas expectantes en unos, contrastadas por el serio gesto previo a la conflagración de otros, manda los tambores al piso y disponen a las plumas en formación. Los últimos tragos de lo que sea, circulan por las gargantas para estimular el disfrute y preparar el esfuerzo.
Amuchados los miembros que participarán del desfile se preparan para la apertura de las vallas que custodian  funcionarios de la I.M.M. Minutos después se genera la rendija por donde sólo pasa lo necesario para contarlos de a uno en uno cerrándose ese improvisado portal cuando se llega al número de 150. Adentro.
Este cronista estimó entonces que es tiempo buscar un lugar adecuado para verlos pasar, ya en clave de desfile.

Lo que todos más o menos saben.

Son miles estando en una zona de veredas estrechas e inadecuadas para soportar una marejada festiva de esta clase. Eso está y siempre estuvo claro a la hora valorar a Las Llamadas ya sea como espectáculo masivo o como fiesta popular. Allí es donde nos ponemos anualmente a discutir “in situ” acerca de organización, pertinencia, orden y progreso. Allí los uruguayos pugnamos entre la visión de espectáculo “for export” o la visión de fiesta simple y gozosa de entrecasa.
Lo que si está claro es que todo pasa por ser y estar, con la cierta anarquía inevitable, en la calle que une y separa Sur y Palermo, cordón y obligo de “esto del candombe” y de su máxima fiesta anual.
El calor agobia, el amontonamiento desmaya y malhumora, la bebida y la comida pasan por sobre las cabezas que esquivando el bote, piensan en la fortuna de quienes alquilaron balcones y azoteas desde donde bajan acentos europeos y anglosajones entre flashes y olor a asado. Acá estamos en la misma de siempre: niños correteando, espumas y sillas, las paredes temblando entre tambor y tambor y la amarilla luz de Isla de Flores dibujando contorsiones de todo tipo y estética, sonidos y aplausos.
Consigo un lugar y veo pasar a “Las Cuerdas”. Logro enseguida entender un par de cosas y en seguida salgo a buscar laterales y paralelas para apurando el paso y con un poco de suerte, esperar a las “Cuerdas de Ejido” al final del desfile.
Medio Uruguay después llego a Isla de Flores y Magallanes, lugar en donde todo termina.

Todo inicio necesita de un fin.

El mismo vallado que los recibió 13 cuadras atrás los despide abierto ahora de par en par. Van llegando exánimes, felices y cruzados por una misteriosa sensación aleatoria de deber cumplido y de éxtasis. Van llegando sudorosos, ensopados. Algunos rengueando y otros como para seguir incólumes por 20 cuadras más. Las chicas del cuerpo de baile hacen volar sus tacones inmediatamente no sin algo de odio, para liberarse de la tortura de haberlos llevado en danza por horas. Algunas llagadas y con pies sangrantes otras simplemente entre sonrisas maldicen por el tormento, pero coquetamente dignas los conservan en su lugar mientras hacen bajar de sus cabezas las plumas de sus apliques.
Un satisfecho y feliz cansancio.

La cuerda de tambores hace un último esfuerzo, grita, golpea con rítmica furia y súbitamente enmudece para escuchar el aplauso y las exclamaciones de presentes, ajenos y demás miembros que completaron la anual hazaña.
La participación de las “Cuerdas de Ejido” en las Llamadas 2012 estaba terminada.

Pros y contras, inmediata comida e hidratación junto a los lamentos por un atraso de 20 minutos en la llegada provocan una visible aprensión por la posición que eventualmente se ocuparía en los resultados finales del desfile. El cuadro se cierra y se predisponen para minutos después llegar donde el camión espera para esta vez si, liberar definitivamente a sus portadores de tambores, medialunas, banderas y demás enseres. Todo se hace con solidario orden dejando espacio en el camión para instalar a las desvanecidas bailarinas en él, una de ellas lagrimeando – en corrido maquillaje- un feroz esguince de tobillo.

El camino hacia el local de partida para cambiarse y esperar los resultados del jurado se hace a pie y en pequeños grupos donde el tema de conversación es exclusivamente dedicado a lo vivido minutos atrás.
Aparecen los televisores llevando el desfile de las demás comparsas, más comida y más bebida con los carteles ofreciendo acceso a sanitarios o agua caliente por 10 pesos.
En el local aún alguna empanada sobrevivía. Allí todo el bullicio de horas atrás se trocó por un murmullo austero pero satisfecho. No hay euforias pero tampoco sombras. “Ahora habrá que ver como salimos, en que lugar quedamos…” me dice Juan con una cansina sonrisa no exenta de algo de desden.

Es que al fin y al cabo las historias de atrasos, jurados, posiciones y puntajes tanto para Juan como para el resto de “Las Cuerdas de Ejido” parecían no importar tanto.
Al menos no demasiado.

2 comentarios:

  1. Muy bueno tu blog, gracias por mandarme el link. Apenas le eché un vistazo porque ando con poco tiempo, pero queda anotado para una lectura más profunda. Saludos.

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