jueves, 11 de junio de 2015

La trampa del cíclope.

Ulises cegando a Polifemo / Ilustración de antigua ánfora griega.



Nos cuesta atrozmente pensar.
Nos cuesta asumir la multicausalidad como la primera sospecha a la hora de vérnoslas con la realidad. No podemos evitar jamás caer en la trampa del cíclope y tentados siempre por el poder simplificador de ese ojo prescindente, exigimos a un problema; una respuesta. Cuando al fin caemos en que el problema no puede ser más que la convergencia de otros; en nuestra pereza, elegimos estrellarnos rápidamente contra el primer espejo capaces de distinguir.
Así nos va.


La educación en Uruguay está en crisis y únicamente apelamos a visiones parciales para explicarla. Son pocas las voces que - con la valentía y la honestidad que exige la hora - se atreven a asumir que debajo ese título viven multiplicidad de problemas, culpa y responsabilidad total de Uruguay en su conjunto. Sin excepciones de ninguna clase.
 En su conjunto digo y repito ante la miserable insistencia de la sociedad uruguaya desde sus respectivas agrupaciones, partidos, instituciones y sindicatos de no aceptar - bajo ningún concepto y cueste lo que cueste - ni el más mínimo grado de la responsabilidad que les cabe como artífices de primera línea de lo inobjetable. Tenemos un muerto al que nadie mató, al que cada sector cree beneficiario absoluto de su testamento y legado, al que cada actor reclama como coto exclusivo y al que cada deudo inculpa al otro de su agonía y muerte.

Pobres de nosotros todos, los que juramos que no tenemos la culpa.

Pobres de los sindicatos, los blancos, frentistas, colorados y marrones. Pobres de los alumnos, los buenos padres y los mejores docentes. Pobres todas las corporaciones chacreras, celosas y recelantes de autonomías, controles y resultados como si estas fueran el mágico arreglo de todo y pobres de aquellos que también; francotiradores del índice, disparan en círculo exculpándose sin la más mínima vergüenza, sin completar jamás los 360 grados y menos que menos; guardar la última bala para su propia cabeza.
Pobres de los que sé que están peleándola solos y solo delante de sus alumnos, armados de muchísimo más que sus materias. Pobres de los que piensan que esto se arregla solo con plata y pobres también; los que piensan que no.

Aquí quien no reconozca sus culpas, no fue a la escuela.


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