viernes, 14 de marzo de 2014

Crónica: Rock de GARAGE | Disfrutando del viaje.

 Con un año en las rutas, GARAGE irrumpe con sólidos shows en vivo y una actitud honesta y comprometida con el disfrute. El rock se sigue haciendo a si mismo desde la Ciudad de la Costa, esta vez a partir de una conspiración honesta y sin otra pretensión que el más legítimo placer.



Javier Bolumburú y su banda en acción.
"Garage" en pleno set.
Javier Bolumburú habla de “Garage” con el entusiasmo que solo tienen aquellos que sienten y saben que la pasión por lo que hacen les pone el Norte a la vida.
Es claro y se entiende. Javier habla de amigos – de sus amigos – y también habla de Rock.
La historia que cuentan los restantes compañeros de Juan define a “Garage” con una identidad marcada por Rock Clásico de los 60´, amantes incondicionales de los Stones y de AC/CD –entre otros- en sus sets recorren también el repertorio contemporáneo del Rock rioplatense.
Cada actuación da testimonio de esos amores y preparan oídos para que sus temas propios comiencen a abrirse camino, despacito, durante y después de cada toque. Con más o menos un año en la ruta y siguiendo escrupulosamente el clásico ritual de carretera por donde pasa sin excepciones cualquier banda que quiera ganarse un lugar en la plaza, comienzan a construir un público ganado “de uno a uno” que boliche tras boliche, sábado tras sábado “se re-cuelgan con nosotros”, dice un Javier entusiasmado que no omite sonreír de oreja a oreja mientras lo atestigua.

El shock de adrenalina de cada toque, de cada fin de semana les dura lo suficiente como para juntarlos 2 veces por semana -después de toda una jornada de trabajo en los más diversos oficios y profesiones- para ensayar, tocar y preparar la siguiente descarga.
“Tocamos porque nos gusta y nadie nos puede sacar el hacerlo, esto es por placer, cuando no lo tengamos más, no va a tener gracia” apunta Juan Pablo Coronel, economista de alto perfil de lunes a viernes y “guitar hero” los fines de semana. Serio y lacónico defiende “el placer de hacer lo que se hace” como el más poderoso, el más válido sentido del asunto. Colgándose entre ensayos y actuaciones una “Telecaster” su terapia curativa de las durezas bursátiles de la Ciudad Vieja lo empareja a Gabriel Tomé, la otra guitarra de Garage quien espera a que Juan Pablo termine para decir “Yo quiero pasarla bien. Ya estuve tocando con gente que quería otras cosas y no la pasé bien para nada”.
Está claro y se entiende muy bien. La banda quiere gozar lo que hace, Garage; otra vez dice Javier, “Disfruta del viaje”.

GARAGE ES
Moisés Amiel: Batería, 37 años.
Gabriel Tomé: Guitarra, 39 años.
Gonzalo Gilbert: Bajo, 38 años.
Juan Pablo Coronel: Guitarra, 38 años.
Javier Bolumburu: Voz, 30 años.

Un viaje que tiene un par de escalas semanales en la sala de estar de la casa de Gabriel. Allí se ofrece el menú típico de noche de ensayo: luces bajas, equipos desparramados tratando de acomodarse lo mejor posible dentro del pequeño espacio, acordes, afinaciones y miradas de duda o acuerdo entre mates, la nueva letra a ensayar y algún vaso de “after hour” para hacer la cosa más llevadera.
Meter una batería completa en un living no es sencillo y ubicar a un dispuesto Moisés Amiel dentro de ella en condiciones geográficas de tocar, tampoco. Igualmente lo hacen con el humor y la buena voluntad necesaria para -ahora a pesar del comedor- dejar espacio para Gonzalo Gilbert al bajo, compadre de Moisés en la delicadísima y fundamental columna rítmica de una banda de Rock.Sonó “Ji-Ji-Ji” con su eterna amenaza del “pogo más grande del mundo” y el noble Marshall no aguantó más. El ensayo terminaba abruptamente y dejó paso a algunos videos tomados a celular de Garage en acción, cubiertos del enérgico sudor compartido entre músicos y público que da relato honesto de un buen agite bolichero.
Era suficiente. El cronista entendió –una vez más- que ahí estaba la razón más importante para dejar por un rato de ser vendedores de autos, economistas, mecánicos o carpinteros y mutar en rockero. O en murguista, pintor, bailarín o en un cantante de boleros. O finalmente en lo que sea que dicte la pasión por el arte y su voluntad para elegirnos, poseernos y transformarnos en otros.
Sobre música y sus valoraciones estéticas y formales irá otra nota. Una que se haga por cada uno de quienes – a la mañana siguiente – recuerden la noche pasada junto a Garage y sus momentos de gozo, elevación y gloria. Momentos que por un rato nos hicieron estar en un mundo mucho mejor del de todos los días.
Garage tiene bien claro que eso es lo único que al final vale la pena.
Véanlos. Así comienza.

Michel Caprioli para diosasmagazine.com

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