Acero Mickey.

La adhesión al animal - en su sufrimiento, rescate y "pseudohumanización" - no es mayormente problemática. A priori, no es conflictiva ni encierra disyuntivas morales o instrumentales. Instantánea e inmediata; exime fácilmente a su adherente de los conflictos y peligros de lo político, lo social u lo ontológicos.

Es siempre perfecta en su bien.
Es perfecta en su "empatía hiperrealista" (S. Nuñez dixit) y dota a su practicante de un inexpungnable dispositivo -cuasi místico- para un ejercicio radicalmente misogino, soberbio y autoritario del bien.

Un "bien" concebido por y desde el sesgo, incuestionable en su moralidad candorosa e inocente que paso a paso entre inapelables tiernas sonrisas erige inmaculadas causas, olvidando expresamente cualquier empatía y legitimidad que pueda provenir del sufrimiento y la postergación del siempre anónimo, problemático e invisible "otro".